Para C. Murphy.
Analógicamente hablando, podemos decir que la lengua española (sólo por reparar en esta, porque en realidad se aplica a todas) es un juego de lego en el que las piezas pueden llegar a ser infinidad de figuras: una casita, un robot, un auto, un árbol, o hasta un niño. La lengua española posee las mismas características de flexibilidad, mismas que podemos notar en el habla de las personas de una comunidad a otra.
Recuerdo, especialmente, una charla con un estadounidense que se encontraba en México impartiendo clases de inglés. Mi interlocutor, con su español “infantil”, me contaba la desesperación que le causaba la lengua española. “En México tienen seis formas de decir puerco” me decía, y en su mima presencia comencé a enumerarlas “1.- “puerco”; 2.- “cerdo”; 3.- “cochino”…” me divertí al notar como los sinónimos atormentaban al estadounidense, le irritaba que el español fuera tan distinto de Guadalajara a Monterrey, de Colombia a España, de Chiapas a Lagos. “¿De donde eres” me preguntó en medio de la tertulia “de aquí de Lagos” contesté, y estalló nuevamente en cuestionamientos, no comprendía por qué el termino “laguense” se aplica tanto en femenino como en masculino, y que en cambio en Guadalajara se decía a la gente “tapatío” o tapatía” según el género. Aseguraba, además, que el español hablado en España era mucho más formal que el utilizado en México, a lo que respondí resaltando la influencia indígena que tiene el español, y que ésta también varía según el estado de la Republica Mexicana, pues “los mayas, que habitaban desde la península de Yucatán hasta Guatemala eran alrededor de veintiocho grupos y cada uno tenia su propia lengua” le dije. “No, no, that’s crazy! In English there is one name for one thing” aumentaba su exasperación, “ahora el pavo, en otros lugares le dicen, gua…” “guajolote” le interrumpí “esa es precisamente una palabra de origen indígena”
Realmente podría extenderme más, ya que la dificultad de español es el tema de conversación favorito de los extranjeros, y mi amigo angloparlante, en particular, nos ha nutrido con su infinidad de comentarios al respecto; pero el punto a resaltar es que mi amigo tenía razón al observar que el español varia según el lugar, en Nayarit, por ejemplo, la expresión “echar agua” sería el equivalente en Jalisco de “echar reja” o “echar lío” en algunos lugares de Guanajuato. En esta parte podría detenerme a relatar la situaciones curiosas que he pasado con mis compañeros que vienen de otros estados a estudiar a Lagos, a los cuales les causa mucha gracia la “forma cantadita” que tienen de hablar los habitantes de Lagos, o aquellas en las que les escucho expresiones como “ideático” o “aporreado”,entiendo la primera como un adjetivo aplicado a las personas que constantemente tienen ideas extrañas (que en lo particular lo entiendo como “ideoso”); y la segunda al estado de cansancio que los músculos del cuerpo pueden llegar a experimentar después de ejercicio al que no están acostumbrados, cuando yo lo utilizo para las situaciones en las un perro que se había “aporreado” con otro y había quedado “aporreado”. Y muchas particularidades más, como la de los compañeros de Michoacán que responden de forma tan espontánea el “¡si, pies!” o el “no, pues” que a veces me descubro empleando.
Otro expresión que con gran generosidad nos han atribuido es la de “ocupo” en lugar de “necesito”, porque, ciertamente, el verbo “ocupar” se refiere a abarcar un lugar en determinado espacio “ocupar un asiento”, por ejemplo, y sería incorrecto decir “ocupo decirte…”. Pero como venia yo diciendo, aunque la frase se considere laguense, la verdad es que es utilizada por habitantes de otras ciudades de Jalisco y también por habitantes de otros estados. Y sería muy bueno preguntarnos por qué la tendencia a decir “ocupo” en lugar de “necesito” ¿será que una gran soberbia y una poca humildad nos imposibilitan para admitir que “necesitamos” determinadas cosas, por muy pequeñas que estas sean? Y para mitigar este orgullo mejor utilizamos la palabra “ocupo” para dar a entender que requerimos ciertas cosas, y a la vez evitar hacer notar que estamos “necesitados”. O quizá, por otro lado, la cortesía está presente en el vocabulario y con gran sutileza se dice “¿qué ocupa?” para no ofender a la persona a la que nos dirigimos al decirle “¿qué necesitas?” que bien podría interpretarse como “¿de qué eres carente?”
Resulta muy interesante hacer este tipo de reflexiones lingüísticas, y ya para finalizar me gustaría repetir las atinadas palabras de un amigo “el usuario hace el lenguaje” y “¡qué bonito es el español!”
Lucía Cruz Granados.