martes, 6 de octubre de 2009

De modismos y complejos




Para C. Murphy.

Analógicamente hablando, podemos decir que la lengua española (sólo por reparar en esta, porque en realidad se aplica a todas) es un juego de lego en el que las piezas pueden llegar a ser infinidad de figuras: una casita, un robot, un auto, un árbol, o hasta un niño. La lengua española posee las mismas características de flexibilidad, mismas que podemos notar en el habla de las personas de una comunidad a otra.
Recuerdo, especialmente, una charla con un estadounidense que se encontraba en México impartiendo clases de inglés. Mi interlocutor, con su español “infantil”, me contaba la desesperación que le causaba la lengua española. “En México tienen seis formas de decir puerco” me decía, y en su mima presencia comencé a enumerarlas “1.- “puerco”; 2.- “cerdo”; 3.- “cochino”…” me divertí al notar como los sinónimos atormentaban al estadounidense, le irritaba que el español fuera tan distinto de Guadalajara a Monterrey, de Colombia a España, de Chiapas a Lagos. “¿De donde eres” me preguntó en medio de la tertulia “de aquí de Lagos” contesté, y estalló nuevamente en cuestionamientos, no comprendía por qué el termino “laguense” se aplica tanto en femenino como en masculino, y que en cambio en Guadalajara se decía a la gente “tapatío” o tapatía” según el género. Aseguraba, además, que el español hablado en España era mucho más formal que el utilizado en México, a lo que respondí resaltando la influencia indígena que tiene el español, y que ésta también varía según el estado de la Republica Mexicana, pues “los mayas, que habitaban desde la península de Yucatán hasta Guatemala eran alrededor de veintiocho grupos y cada uno tenia su propia lengua” le dije. “No, no, that’s crazy! In English there is one name for one thing” aumentaba su exasperación, “ahora el pavo, en otros lugares le dicen, gua…” “guajolote” le interrumpí “esa es precisamente una palabra de origen indígena”
Realmente podría extenderme más, ya que la dificultad de español es el tema de conversación favorito de los extranjeros, y mi amigo angloparlante, en particular, nos ha nutrido con su infinidad de comentarios al respecto; pero el punto a resaltar es que mi amigo tenía razón al observar que el español varia según el lugar, en Nayarit, por ejemplo, la expresión “echar agua” sería el equivalente en Jalisco de “echar reja” o “echar lío” en algunos lugares de Guanajuato. En esta parte podría detenerme a relatar la situaciones curiosas que he pasado con mis compañeros que vienen de otros estados a estudiar a Lagos, a los cuales les causa mucha gracia la “forma cantadita” que tienen de hablar los habitantes de Lagos, o aquellas en las que les escucho expresiones como “ideático” o “aporreado”,entiendo la primera como un adjetivo aplicado a las personas que constantemente tienen ideas extrañas (que en lo particular lo entiendo como “ideoso”); y la segunda al estado de cansancio que los músculos del cuerpo pueden llegar a experimentar después de ejercicio al que no están acostumbrados, cuando yo lo utilizo para las situaciones en las un perro que se había “aporreado” con otro y había quedado “aporreado”. Y muchas particularidades más, como la de los compañeros de Michoacán que responden de forma tan espontánea el “¡si, pies!” o el “no, pues” que a veces me descubro empleando.
Otro expresión que con gran generosidad nos han atribuido es la de “ocupo” en lugar de “necesito”, porque, ciertamente, el verbo “ocupar” se refiere a abarcar un lugar en determinado espacio “ocupar un asiento”, por ejemplo, y sería incorrecto decir “ocupo decirte…”. Pero como venia yo diciendo, aunque la frase se considere laguense, la verdad es que es utilizada por habitantes de otras ciudades de Jalisco y también por habitantes de otros estados. Y sería muy bueno preguntarnos por qué la tendencia a decir “ocupo” en lugar de “necesito” ¿será que una gran soberbia y una poca humildad nos imposibilitan para admitir que “necesitamos” determinadas cosas, por muy pequeñas que estas sean? Y para mitigar este orgullo mejor utilizamos la palabra “ocupo” para dar a entender que requerimos ciertas cosas, y a la vez evitar hacer notar que estamos “necesitados”. O quizá, por otro lado, la cortesía está presente en el vocabulario y con gran sutileza se dice “¿qué ocupa?” para no ofender a la persona a la que nos dirigimos al decirle “¿qué necesitas?” que bien podría interpretarse como “¿de qué eres carente?”
Resulta muy interesante hacer este tipo de reflexiones lingüísticas, y ya para finalizar me gustaría repetir las atinadas palabras de un amigo “el usuario hace el lenguaje” y “¡qué bonito es el español!”

Lucía Cruz Granados.

domingo, 24 de mayo de 2009

El bibliotecario

Después de acomodar algunos libros más en sus respectivos estantes, sería libre de salir al cobijo de la noche para entregarse al delicioso menester de inhalar y exhalar el humo de un cigarrillo. Tales asuntos ocupaban la mente del bibliotecario y no se percató de que había entrado una persona a la biblioteca.

–Disculpe, señor, pero La Biblioteca ya ha cerrado. – le dijo cortésmente al ver al recién llegado envuelto en la penumbra del edificio.
– ¡Oh! Lo siento mucho, Gerardo. Se que estas por salir pero de verdad necesito hablar contigo, ¿tendrás un momento?
–Claro, Roberto, te escucho. – dijo en tono familiar, sin dejar de hacer su trabajo.
–Verás. Supe, de muy buena fuente, que La Biblioteca adquirió recientemente cierta documentación que, por derecho, pertenece a la familia Moreno, y he venido a recogerla. – Dijo Roberto clara y severamente.
– ¿Cómo dices? – dijo Gerardo perplejo.
– Vamos, Gerardo, somos adultos, apuesto a que podemos hablar claro entre nosotros. ¿Dónde está? ¿Dónde la tienes? – preguntó mirando de un lado para otro, y sin esperar respuesta prosiguió a caminar hacia una habitación al fondo de la biblioteca en cuya puerta se podía leer “Dirección”
– No puedes ir hacia allá, Roberto, ¡alto! – Dijo Gerardo dejando de lado los libros que tenía en la mano y se apresuró a seguir a Roberto sin poder impedir que accediera a la oficina.
– ¡Te lo advierto, Roberto! Esos documentos no te pertenecen, ¡son propiedad de la Biblioteca! – dijo tratando de quitarle los documentos a Roberto.
– ¿Por qué te resistes, Gerardo? Serás recompensado, lo prometo, sólo permite que me los lleve, ¡dedo destruirlos! – decía mientras forcejeaba con el bibliotecario, que era más alto que él y de gran fuerza, por lo que sintió necesidad de echar mano de “¡algo pesado!” pensó mirando de un lado a otro, reparando en un objeto de cristal que posaba sobre el escritorio de la oficina, lo tomó sin mayor trabajo, pues la fuerza de Gerardo lo empujaba hacia atrás, y lo fue a estampar en la cien de Gerardo, quien cayó de inmediato al suelo, Roberto notó que también un ojo le sangraba además de la cien que mostraba una gran mancha negra. Se asustó pensando en la idea de que estaba muerto, pero no se atrevió a comprobarlo, mil asuntos le pasaban por la mente, “Cárcel, familia, amigos, vergüenza…” miró alrededor de la oficina: un cuarto abarrotado de libros y archivos, con apenas un espacio para el escritorio, en el que estaban muchos papeles viejos, un lámpara y “¿un encendedor?” una idea siniestra le pasó como rayo por la mente: tomó el encendedor y comenzó a quemar los documentos que tanto había querido encontrar y notó que le temblaba la mano, una página envuelta en llamas cayó sobre el escritorio, y los papeles raídos sobre él no tardaron en arder también, y Roberto de pronto se asustó, “¡provocaré un incendio!... Un incendio, ¡eso es!” echó una mirada rápida a los libros que llenaban la habitación y les compartió algo de fuego también, y haría otro tanto con los estantes de fuera, pero antes de salir de la habitación le dedicó una última mirada a Gerardo
–Lo lamento, Gerardo… lo lamento – y se volvió yendo a los estantes de la Biblioteca, dejando un tanto de fuego en la hemeroteca, la fonoteca, y todo lo que a su paso encontró, para luego salir corriendo del lugar.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Lunática

Las noches de luna siempre fueron motivo para caminatas en el bosque, lejos de la iluminación de la ciudad que obstruye la vista del cielo nocturno, y aquella noche no tendría por qué ser la excepción.

La fría blancura de un manto grueso lo cubría todo, pero esto no impidió que saboreáramos la nieve de mantequilla con mermelada mientras caminabas a través de los susurros de los pinos que nos azotaban el rostro con rasguños minúsculos.

— Anoche soñé que era un elfo, que miraba con admiración la luz de las estrellas mientras caminaba descalza sobre tierra húmeda. Y mis pies y cabellos irradiaban una luz plata, tal como lo describe Tolkien.
— ¡Ja!

Llegamos al “Final del Mundo” por cuyas faldas corría un riachuelo cascabeleante y más allá podíamos ver cómo se erguían los pinos susurrantes. La cuesta nos había dejado jadeantes, aspirando con tal ansiedad que mi pecho ya era un bloque de hielo cuando nos sentamos en el borde del peñasco: mi corazón galopaba cerca de mi oído y hundiendo mis dedos en la nueve no dejaba de pensar en lo desgraciados que eran los Elfos al ver la crueldad de los Hombres. Luego me fui, y un segundo después estaba tumbada en la nieve llamándolo:

— ¿Eddy?­­— jadeos.
— ¡¿Eddy?!

No sabría decir que pasó luego de que me hundí en plata, después del apresurado filme tatuado en el interior de mis parpados, luego de que escuchara un voz familiar, una voz extasiada: la mía, pronunciando una última verdad revelada sólo a la Luna.

miércoles, 6 de mayo de 2009

LA MERIENDA

(Sólo para conocedores)

Porque también los héroes comen, duermen
y hasta tienen miedo…

La diferencia entre el valiente héroe
y el resto del mundo,
es que él actúa a pesar del miedo.

Su frugal merienda estaba compuesta por una botella de leche y una porción de pan. Recordaba con cariño a una buena amiga que, después de visitarla y haber hecho música juntos: ella cantando y él al instrumento de viento, lo despidió con tales regalos.
Ofreció de sus alimentos a su compañera de viaje (¿qué habría sido de él sin ella?), quien no los aceptó, pues ella, decía, se alimentaba de semillas y bebía del néctar de las flores. Entonces cedió el pan a su segunda compañera, silenciosa y dócil, y él había ido al río a atrapar un pez en una botella, mismo que sería cocinado en un fuego obtenido mediante magia, por supuesto.
Después de la merienda acudió al refugio de un árbol a descansar y ver cómo el sol caía perezosamente sobre el valle legendario, mientras las palabras de su interlocutora flotaban como polvo de cristal, arrullándolo, sumergiéndolo en imágenes de ensueño: el insondable mar al horizonte… la tierna risa de una amiga… una “desconocida” familia… un guardián herbal, conocido en un pasado, o en un futuro… y hasta princesas, una en especial de obscura belleza…
Su amiga también contaba melodiosamente la historia de La Familia Real, resaltaba la importancia de la valentía y a veces dejaba notar entre sus versos el peso del destino que la había alejado del Bosque, su hogar, lo que le causaba terrible nostalgia.
Él, por su parte, bajo el encanto de aquella alada voz, hablaba de su vida en el Bosque, entre el desprecio de sus iguales y la protección de El Guardián.
Pronto se quedo dormido contemplando a su yegua pastar, y en un sueño se vio a si mismo cabalgando a través de un bosque mientras la nostalgia y el desasosiego le contraían el corazón al buscar y no poder encontrar… Al abrir los ojos ahí estaba ella, despertándolo como el día en que se conocieron, sacándolo como siempre de sus pesadillas…

– ¡Al fin despiertas! Hemos de ir al encuentro del Tiempo.

Link abandonó en árbol que lo cobijaba y montando en Epona pensaba para si que ni siquiera el menester de vencer a El Señor del Mal pesaba tanto si se contaba con tan buenas amigas.
Fin (?)

Lucía Cruz Granados

domingo, 19 de abril de 2009

Crónica de una tertulia

“Crónica de una tertulia”

Mary se ponía cómoda en su asiento de metal, la tertulia estaba llegando a su apogeo y alguien había detonado los amplios conocimientos de la mujer diciendo “esto se parece a las aberraciones de Los Históricos” tema en el cual Mary no solo era experta sino apasionada.

–En La Historia nos encontramos con infinidad de ejemplos de vida arcaica, si bien es cierto que la industrialización de aquellos siglos fue, mas que desarrollada excesiva, también es cierto que existían gran numero de “aberraciones” como tu las llamas; hombres de “ciencia” expertos en algebra y átomos, pero que no tenían ni la mas mínima idea de su propia existencia si se les planteaba El Dilema Primero[1]

– Eso no te lo creo, Mary, sinceramente admiro tu talento y ensalzo tu amplio conocimiento, pero esto que planteas más bien me parece un drama literario, porque ¡todo el mundo sabe responder al Dilema Primero!– refutó Daniel posponiendo un sorbo de su taza de Té Universal[2].

– Entiendo que os parezca increíble, la verdad es que cuando comencé a acercarme a este tipo de temas tuve una reacción muy similar a la tuya, Daniel, esas afirmaciones simplemente no me convencían, y por ello comencé a indagar en el asunto, y ¡cuál fue mi sorpresa! Descubro que, en efecto, La Educación Básica, Media Superior y Superior (porque estos eran los términos que se empleaban) centraban su labor en la “enseñanza” de la Escritura y la Aritmética, con métodos monótonos y poco eficientes y nunca, ¡nunca! Se trataba El Dilema Primero en una institución académica– se interrumpió Mary para tomar un sorbo de su Té Universal a la par de que sembraba el suspenso entre sus compañeros de tertulia, como sólo ella sabía hacerlo.

– ¿Fue por la misma época en la que me contaste que existían las religiones bárbaras y… cómo se llamaba esa institución? – preguntaba Celia mientras se pasaba los blancos dedos entre la negra cabellera.

– Quizá te refieres a la “familia” y de “religiones bárbaras” no deberíamos ser tan duros llamándolas de esa forma, a fin de cuentas todas tenían un propósito y hasta cierto punto la enajenación que producían mantenía la paz social…
– ¿La paz social?– la interrumpió Daniel – ¿Estoy confundido o también por aquellos tiempos la barbarie se representaba en “las guerras”?
– Si, ciertamente había muchas guerras: La Primera Guerra Mundial, La Segunda y La Tercera, y fue precisamente en la Tercera cuando se presentó El Gran Cataclismo...
– Entonces ¿a que te refieres con paz social?– preguntó Celia
– Pues, toda religión contaba con cierto código de normas y el cumplimiento de ellas (que rara vez ocurría) permitía que los individuos convivieran en paz, aunque esas normas iban en contra de La Segunda Carta de los Derechos Humanos…
– ¿Y que me dices de la “familia”? – quiso saber Celia sin importarle interrumpir a Mary.
– ¡Ah! Pues quizá si os lo cuento les resulte repulsivo; la crianza de los críos estaba a cargo de los progenitores y no a cargo del Estado, aunque, por increíble que les parezca, en La Prehistoria Reciente un individuo llamado Platón propuso este tipo de crianza, y ¡no me lo van a creer! Los Históricos lo consideraron utópico…
– Sinceramente no me habría gustado vivir por aquella época… – se expresó Daniel
– Eso lo dices porque no estuviste ahí, pero me atrevo a asegurar que Los Históricos tenían algo de felicidad, pues pudieron conocer La Vida Vegetal en su estado natural…
– ¿Natural? – soltó Celia
– Si, el nacimiento y desarrollo de la vegetación solo estaba a cargo de la humanidad en un mínimo porcentaje, para la producción de alimentos. El resto lo hacia la naturaleza por si sola, no tenían tales cosas como Los Invernaderos.
– Deberías dar un curso acerca del modo de vida de Los Históricos, Mary. – dijo Daniel.
– Muchas veces me lo he planteado, pero los grupos de interesados no son muy numerosos, ya sabes, “¿A quien le importan los pobres Históricos?” Por mi parte considero que deberíamos estudiarlos un poco más, puesto que, para bien o para mal, se trata de nuestros orígenes.
– Las cinco menos cinco, deberíamos volver ya al trabajo. – dijo Celia.


Los tres amigos terminaron su infusión de Té Universal y se levantaron de sus sillas de metal, la tertulia continuaría en la próxima hora del Té.

[1] Dilema Primero: ¿Quién eres?
[2] Te Universal, decretado como la bebida de consumo cotidiano en todo el mundo a partir del descubrimiento de los desordenes encefálicos causados por el café.

Lucía Cruz Granados

sábado, 18 de abril de 2009

Lunes

L u n e s

RELATO DE LA EMPLEADA DOMESTICA ESCUCHADO POR EL AMIGO DE ERNESTO MACIAS: era lunes por la mañana y la casa todavía tenía el penetrante olor a puta. Cuando llegué él ya no estaba, casi nunca me lo encuentro de todos modos, y por esa vez, ¡que bueno! Me calló de peso enterarme de los malos gustos del señor Macias en asuntos del amor, ¡que bueno que no me lo encontré! No hubiera podido sostenerle la mirada pensando en su señorita, su prometida. Y viendo el desastre en… ¡Dios! Que sea un fumador compulsivo y un bebedor de café sin remedio lo comprendo, pero me tiene sorprendida su cercanía con la vida alegre… en fin, estos no son mis asuntos, ¿verdad?


RELATO DE LA PROMETIDA ESCUCHADO POR EL MISMO AMIGO: ¿has visto a Ernesto? No he podido localizarlo en días, ha estado tan distante y callado… y hoy de plano no da señales de vida. ¿Calmarme? Es que tu no viste todo aquel desastre en su casa ¡había un reguero de sangre hasta en la escalera! Y no se diga en el baño… se que no me dirás nada aunque lo sepas y admiro tu lealtad hacia Ernesto, pero no me digas que me calme cuando veo lo que veo, quizá Ernesto no me diga nada, pero no soy bruta y resulta evidente cuando algo le pasa. Se comporta así desde esa visita al medico, algo muy malo debe pasarle, ¿no? (silencio del amigo). Sólo dile que… (Se le quiebra la voz)


RELATO DE ERNESTO DESPUES DE ESCUCHAR LOS DOS RELATOS ANTERIORES CONTADOS POR SU AMIGO: hubiera preferido que nadie lo supiera. Esto es problema mío, y yo voy a resolverlo solo, ¡debo hacerlo! No quiero que se lo digas a la señora Marta, ni a Dulce, quizá ni tú deberías saberlo, pero de no haber sido porque llegaste a casa en ese momento… ¿Dulce sospecha, dices? Mi pobre Dulce, en el desastre rompí el perfume que iba darle ¿ella lo vio todo? ¿No puedo ocultárselo? No te daré la razón, amigo, no quiero meterla en todo esto, debo ser fuerte y arreglármelas solo. Pues, ¿qué clase de hombre seré si permito que el miedo me domine?

Lucía Cruz Granados