domingo, 19 de abril de 2009

Crónica de una tertulia

“Crónica de una tertulia”

Mary se ponía cómoda en su asiento de metal, la tertulia estaba llegando a su apogeo y alguien había detonado los amplios conocimientos de la mujer diciendo “esto se parece a las aberraciones de Los Históricos” tema en el cual Mary no solo era experta sino apasionada.

–En La Historia nos encontramos con infinidad de ejemplos de vida arcaica, si bien es cierto que la industrialización de aquellos siglos fue, mas que desarrollada excesiva, también es cierto que existían gran numero de “aberraciones” como tu las llamas; hombres de “ciencia” expertos en algebra y átomos, pero que no tenían ni la mas mínima idea de su propia existencia si se les planteaba El Dilema Primero[1]

– Eso no te lo creo, Mary, sinceramente admiro tu talento y ensalzo tu amplio conocimiento, pero esto que planteas más bien me parece un drama literario, porque ¡todo el mundo sabe responder al Dilema Primero!– refutó Daniel posponiendo un sorbo de su taza de Té Universal[2].

– Entiendo que os parezca increíble, la verdad es que cuando comencé a acercarme a este tipo de temas tuve una reacción muy similar a la tuya, Daniel, esas afirmaciones simplemente no me convencían, y por ello comencé a indagar en el asunto, y ¡cuál fue mi sorpresa! Descubro que, en efecto, La Educación Básica, Media Superior y Superior (porque estos eran los términos que se empleaban) centraban su labor en la “enseñanza” de la Escritura y la Aritmética, con métodos monótonos y poco eficientes y nunca, ¡nunca! Se trataba El Dilema Primero en una institución académica– se interrumpió Mary para tomar un sorbo de su Té Universal a la par de que sembraba el suspenso entre sus compañeros de tertulia, como sólo ella sabía hacerlo.

– ¿Fue por la misma época en la que me contaste que existían las religiones bárbaras y… cómo se llamaba esa institución? – preguntaba Celia mientras se pasaba los blancos dedos entre la negra cabellera.

– Quizá te refieres a la “familia” y de “religiones bárbaras” no deberíamos ser tan duros llamándolas de esa forma, a fin de cuentas todas tenían un propósito y hasta cierto punto la enajenación que producían mantenía la paz social…
– ¿La paz social?– la interrumpió Daniel – ¿Estoy confundido o también por aquellos tiempos la barbarie se representaba en “las guerras”?
– Si, ciertamente había muchas guerras: La Primera Guerra Mundial, La Segunda y La Tercera, y fue precisamente en la Tercera cuando se presentó El Gran Cataclismo...
– Entonces ¿a que te refieres con paz social?– preguntó Celia
– Pues, toda religión contaba con cierto código de normas y el cumplimiento de ellas (que rara vez ocurría) permitía que los individuos convivieran en paz, aunque esas normas iban en contra de La Segunda Carta de los Derechos Humanos…
– ¿Y que me dices de la “familia”? – quiso saber Celia sin importarle interrumpir a Mary.
– ¡Ah! Pues quizá si os lo cuento les resulte repulsivo; la crianza de los críos estaba a cargo de los progenitores y no a cargo del Estado, aunque, por increíble que les parezca, en La Prehistoria Reciente un individuo llamado Platón propuso este tipo de crianza, y ¡no me lo van a creer! Los Históricos lo consideraron utópico…
– Sinceramente no me habría gustado vivir por aquella época… – se expresó Daniel
– Eso lo dices porque no estuviste ahí, pero me atrevo a asegurar que Los Históricos tenían algo de felicidad, pues pudieron conocer La Vida Vegetal en su estado natural…
– ¿Natural? – soltó Celia
– Si, el nacimiento y desarrollo de la vegetación solo estaba a cargo de la humanidad en un mínimo porcentaje, para la producción de alimentos. El resto lo hacia la naturaleza por si sola, no tenían tales cosas como Los Invernaderos.
– Deberías dar un curso acerca del modo de vida de Los Históricos, Mary. – dijo Daniel.
– Muchas veces me lo he planteado, pero los grupos de interesados no son muy numerosos, ya sabes, “¿A quien le importan los pobres Históricos?” Por mi parte considero que deberíamos estudiarlos un poco más, puesto que, para bien o para mal, se trata de nuestros orígenes.
– Las cinco menos cinco, deberíamos volver ya al trabajo. – dijo Celia.


Los tres amigos terminaron su infusión de Té Universal y se levantaron de sus sillas de metal, la tertulia continuaría en la próxima hora del Té.

[1] Dilema Primero: ¿Quién eres?
[2] Te Universal, decretado como la bebida de consumo cotidiano en todo el mundo a partir del descubrimiento de los desordenes encefálicos causados por el café.

Lucía Cruz Granados

sábado, 18 de abril de 2009

Lunes

L u n e s

RELATO DE LA EMPLEADA DOMESTICA ESCUCHADO POR EL AMIGO DE ERNESTO MACIAS: era lunes por la mañana y la casa todavía tenía el penetrante olor a puta. Cuando llegué él ya no estaba, casi nunca me lo encuentro de todos modos, y por esa vez, ¡que bueno! Me calló de peso enterarme de los malos gustos del señor Macias en asuntos del amor, ¡que bueno que no me lo encontré! No hubiera podido sostenerle la mirada pensando en su señorita, su prometida. Y viendo el desastre en… ¡Dios! Que sea un fumador compulsivo y un bebedor de café sin remedio lo comprendo, pero me tiene sorprendida su cercanía con la vida alegre… en fin, estos no son mis asuntos, ¿verdad?


RELATO DE LA PROMETIDA ESCUCHADO POR EL MISMO AMIGO: ¿has visto a Ernesto? No he podido localizarlo en días, ha estado tan distante y callado… y hoy de plano no da señales de vida. ¿Calmarme? Es que tu no viste todo aquel desastre en su casa ¡había un reguero de sangre hasta en la escalera! Y no se diga en el baño… se que no me dirás nada aunque lo sepas y admiro tu lealtad hacia Ernesto, pero no me digas que me calme cuando veo lo que veo, quizá Ernesto no me diga nada, pero no soy bruta y resulta evidente cuando algo le pasa. Se comporta así desde esa visita al medico, algo muy malo debe pasarle, ¿no? (silencio del amigo). Sólo dile que… (Se le quiebra la voz)


RELATO DE ERNESTO DESPUES DE ESCUCHAR LOS DOS RELATOS ANTERIORES CONTADOS POR SU AMIGO: hubiera preferido que nadie lo supiera. Esto es problema mío, y yo voy a resolverlo solo, ¡debo hacerlo! No quiero que se lo digas a la señora Marta, ni a Dulce, quizá ni tú deberías saberlo, pero de no haber sido porque llegaste a casa en ese momento… ¿Dulce sospecha, dices? Mi pobre Dulce, en el desastre rompí el perfume que iba darle ¿ella lo vio todo? ¿No puedo ocultárselo? No te daré la razón, amigo, no quiero meterla en todo esto, debo ser fuerte y arreglármelas solo. Pues, ¿qué clase de hombre seré si permito que el miedo me domine?

Lucía Cruz Granados