miércoles, 20 de mayo de 2009

Lunática

Las noches de luna siempre fueron motivo para caminatas en el bosque, lejos de la iluminación de la ciudad que obstruye la vista del cielo nocturno, y aquella noche no tendría por qué ser la excepción.

La fría blancura de un manto grueso lo cubría todo, pero esto no impidió que saboreáramos la nieve de mantequilla con mermelada mientras caminabas a través de los susurros de los pinos que nos azotaban el rostro con rasguños minúsculos.

— Anoche soñé que era un elfo, que miraba con admiración la luz de las estrellas mientras caminaba descalza sobre tierra húmeda. Y mis pies y cabellos irradiaban una luz plata, tal como lo describe Tolkien.
— ¡Ja!

Llegamos al “Final del Mundo” por cuyas faldas corría un riachuelo cascabeleante y más allá podíamos ver cómo se erguían los pinos susurrantes. La cuesta nos había dejado jadeantes, aspirando con tal ansiedad que mi pecho ya era un bloque de hielo cuando nos sentamos en el borde del peñasco: mi corazón galopaba cerca de mi oído y hundiendo mis dedos en la nueve no dejaba de pensar en lo desgraciados que eran los Elfos al ver la crueldad de los Hombres. Luego me fui, y un segundo después estaba tumbada en la nieve llamándolo:

— ¿Eddy?­­— jadeos.
— ¡¿Eddy?!

No sabría decir que pasó luego de que me hundí en plata, después del apresurado filme tatuado en el interior de mis parpados, luego de que escuchara un voz familiar, una voz extasiada: la mía, pronunciando una última verdad revelada sólo a la Luna.

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