viernes, 16 de marzo de 2012

En un día de lluvia.

El camión llegó levantando el agua de los charcos al pasar. La lluvia aun persistía. Una chica, de cabellos negros y piel pálida, fijó la vista en el camión, como lo había hecho en los anteriores, de él bajaron varias usuarios, que al poner un pie en la calle en peatones se convirtieron. Curiosa metamorfosis. Uno de esos peatones recién nacidos saludó a la chica, para luego caer de bruces en una charca. La joven avanzó presurosa hacia él, igual que un hombre que al pasar por ahí cerca vio el incidente, y mientras los rostros curiosos volteaban a la calle desde todos los comercios cercanos…

Vestido con camisa azul.

Ese día usaba mi camisa nueva, la azul. Me gustaba mucho esa camisa. La ocasión lo ameritaba. Después de dos meses de mensajes de texto, de charlas por el msn y comentarios en Facebook Anastasia me había aceptado una invitación al cine. Ese día estaba lloviendo y un viento frío invitaba a quedarse en casa, arropado en el sofá y ver la tele, o leer, o jugar Xbox, o lo que fuese, menos salir al cine. Por la mañana, cuando me percaté del clima, comencé a darle vuelo a las ilusiones: haría tanto frío que podría prestarle, gentilmente, mi suéter a Anastasia, o quizá nuestras manos se rozarían, distraídamente, claro, y tomaría su mano helada entre las mías…. Pero la intensidad del viento aumentaba conforme avanzaba la mañana, y el pesimismo, que a veces me atrapa en los días sin sol, me susurraba al oído que en cualquier momento sonaría mi celular con la cancelación de la cita. Y el celular sonó. “Hola, Abraham! Que tal el frío? Jejeje. Te veo a la 5, como quedamos. Sé puntual…” con el entusiasmo hasta el cielo hice aun lado la cobija en la que me había arropado para ver el maratón de Dr. House, y me dispuse a bañarme con esmero, a perfumarme con esmero y vestirme con esmero. Bajo mi camisa azul me puse una playera, para no congelarme si le ponía encima mi suéter a Anastasia…

Una lluvia ligera, casi como brisa, me acompañó hasta la parada del camión. Del trayecto diré muy poco, lo pasé sumergido en mi mente, ahora imaginando la sensación que me producirían los fríos dedos de Anastasia al rozarlos con mi labios… quizá por eso pasó lo que pasó. Pues ni al bajar del camión dejé de pensar en las manos de Anastasia, en el olor de Anastasia, Anastasia, Anastasia, la vi por fin a lo lejos, me esperaba a la entrada del centro comerciar, y sin dejar de verla le dediqué una sonrisa y cuando levantaba mi mano para saludarla, de un segundo a otro, me encontraba de bruces en medio de un charco, penas reparé en el sonido que produjo mi zapato al resbalar. Había caído, repentina y cruelmente, en el frío y duro asfalto. Pensar en que Anastasia lo había visto todo me produjo un vuelco en el estómago, y después de pasarme la mano por el rostro, para apartar el agua sucia y granulosa de la cara, ella estaba ahí, justo frente a mi, con sus ojos grises muy abiertos “¿estas bien, Abraham?” me dijo pasando sus dedos, sus cálidos dedos por mis labios. Eso dolió. “Necesitará puntos” dijo un hombre que llegó a mi lado no sé en qué momento.

Anastasia me llevó a Urgencias. Su rostro, compasivo, cuidó de mí en todo momento, tomó mi mano mientras me ponían los puntos, pagó el taxi en el que me acompañó a casa y cuando iba a devolverle su suéter color lila, me miró alternativamente a la cara, a las manchas de sangre en mi camisa azul y luego soltó una carcajada que duró un buen rato…

Me río contigo, no de ti…

¡Ay, perdón, Abraham! Es que no lo puedo evitar, ¡ja, ja, ja!… mira, hasta se me salen las lágrimas de tanto reír, no es que me burle, de ti, ¡cómo crees, no! es que me acuerdo y me da risa. Te veías tan tierno… y luego como que te resbalaste y te caíste de boca. ¡Ay, ay! Mi estómago, no puedo parar de reír… hasta pensé que te ibas a desmayar, ¡no era para menos! De veras se vio horrible. Mira nada más, ¡tres puntos! Pero es que, ¡ja, ja, ja!… como que ahora que veo que estas bien me da risa, ¡no lo puedo evitar! Y al final ya ni fuimos al cine. Ah, y ni menciones lo del taxi, no me debes nada, seguro tú habrías hecho lo mismo por mí, pero que bueno que no fui yo, de veras se vio cruel, ¡ja, ja, ja! Otro día vamos al cine, o al café… ¿va? ¡Ay, tu camisa! Es bien difícil quitar las manchas de sangre, es que… ¡ja, ja, ja! No, Abraham, pero de veras, me río contigo, no de ti…

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