miércoles, 2 de mayo de 2012
Sin palabras
martes, 20 de marzo de 2012
Crónica de un viaje (memorable) a Puebla.
En marzo del año pasado (2010) los miembros del Club de Aficionados a la Astronomía viajamos a la ciudad de Puebla. Estuvimos en el INAOE, conociendo telescopios en uso y en desuso, siendo testigos de la elaboración de lentes para telescopios y escuchando conferencias de las cuales poco entendíamos, mitad porque eran el colmo de la especialización, mitad porque estábamos muertos de sueño tras haber dormido muy poco en un autobús en movimiento; y además esperamos la media noche, el cumpleaños de la compañera Mayra, para cantarle las mañanitas.
Dos días duró el viaje. Viernes 19 y sábado 20 de marzo. El viernes, además de haber estado en el INAOE y conocido Cholula, deambulamos por el centro de Puebla. “Muy europeo”, diría una vocecilla a mi lado, misma que habría de hablarme así de cerca durante los próximos meses. Terminamos a la entrada de un bar cuyo nombre, creo recordar, tenía algo que ver con un gato. Un cartel nos anunció que la cerveza de barril estaba a tarros por cincuenta pesos y, dado que había que festejar el cumpleaños de Mayra, entramos sin chistar. Antes de esa noche yo no comprendía por qué las personas bebían algo tan poco delicioso como la cerveza. Pero esa noche, entre amigos, la compañía de Mayra, el flotar en el aire de covers de The Beatles y una rodilla oprimiendo la mía bajo la mesa, esa noche bebí la mejor cerveza que he probado en mi vida.
Ya un poco alegres caminábamos por el centro histórico a eso de las doce de la noche “¿alguien recuerda por donde queda el hotel?” El hotel donde nos hospedamos, por cierto, era de cinco estrellas, lo cual significaba pulcritud en el lugar, almohadas esponjosas, jabones de muchos colores y una piscina que nunca vimos, pues dejamos el hotel a las siete de la mañana del sábado y partimos rumbo al Gran Telescopio Milimétrico, el cual está en la cumbre de un volcán inactivo, desde donde vimos al Pico de Orizaba como un igual. Hacía un frío del demonio.
A fin de llegar a aquella cumbre debíamos emplear otro tipo de vehículo, pues nuestro autobús no estaba hecho para caminos escarpados y empinados. Abordamos varias combis. El dueño de aquella vocecilla me miraba desde su asiento, frente al mío, y a través de las ventanillas el paisaje cambiaba de bosque a pastizal y luego a un terreno árido, incapaz de generar vida. Llegamos y nos encontramos de frente con lo que habíamos sido advertidos ya: el frío y el mal del alquimista. Además nos recibió una buena mujer, cuyo nombre no recuerdo, pero seguro es igualmente bueno. Ella nos contó de la construcción del telescopio, es decir, esa enorme antena parabólica que regía el lugar, y nos compartió que, al comenzar a funcionar, sería parte de una cadena de telescopios alrededor del mundo, los cuales tiene como finalidad enviar sus rayos milimétricos al mismo tiempo al centro del universo y dilucidar lo que ahí se encuentra.
Hoy en día el GTM ya no está abierto al público, el Club de Aficionados a la Astronomía expiró, aquella vocecilla es un recuerdo amargo, hice este recuento sólo por tarea, y cada día 19 de marzo digo (y diré): hoy hace un año, hoy hace dos años, hoy hace…
viernes, 16 de marzo de 2012
En un día de lluvia.
El camión llegó levantando el agua de los charcos al pasar. La lluvia aun persistía. Una chica, de cabellos negros y piel pálida, fijó la vista en el camión, como lo había hecho en los anteriores, de él bajaron varias usuarios, que al poner un pie en la calle en peatones se convirtieron. Curiosa metamorfosis. Uno de esos peatones recién nacidos saludó a la chica, para luego caer de bruces en una charca. La joven avanzó presurosa hacia él, igual que un hombre que al pasar por ahí cerca vio el incidente, y mientras los rostros curiosos volteaban a la calle desde todos los comercios cercanos…
Vestido con camisa azul.
Ese día usaba mi camisa nueva, la azul. Me gustaba mucho esa camisa. La ocasión lo ameritaba. Después de dos meses de mensajes de texto, de charlas por el msn y comentarios en Facebook Anastasia me había aceptado una invitación al cine. Ese día estaba lloviendo y un viento frío invitaba a quedarse en casa, arropado en el sofá y ver la tele, o leer, o jugar Xbox, o lo que fuese, menos salir al cine. Por la mañana, cuando me percaté del clima, comencé a darle vuelo a las ilusiones: haría tanto frío que podría prestarle, gentilmente, mi suéter a Anastasia, o quizá nuestras manos se rozarían, distraídamente, claro, y tomaría su mano helada entre las mías…. Pero la intensidad del viento aumentaba conforme avanzaba la mañana, y el pesimismo, que a veces me atrapa en los días sin sol, me susurraba al oído que en cualquier momento sonaría mi celular con la cancelación de la cita. Y el celular sonó. “Hola, Abraham! Que tal el frío? Jejeje. Te veo a la 5, como quedamos. Sé puntual…” con el entusiasmo hasta el cielo hice aun lado la cobija en la que me había arropado para ver el maratón de Dr. House, y me dispuse a bañarme con esmero, a perfumarme con esmero y vestirme con esmero. Bajo mi camisa azul me puse una playera, para no congelarme si le ponía encima mi suéter a Anastasia…
Una lluvia ligera, casi como brisa, me acompañó hasta la parada del camión. Del trayecto diré muy poco, lo pasé sumergido en mi mente, ahora imaginando la sensación que me producirían los fríos dedos de Anastasia al rozarlos con mi labios… quizá por eso pasó lo que pasó. Pues ni al bajar del camión dejé de pensar en las manos de Anastasia, en el olor de Anastasia, Anastasia, Anastasia, la vi por fin a lo lejos, me esperaba a la entrada del centro comerciar, y sin dejar de verla le dediqué una sonrisa y cuando levantaba mi mano para saludarla, de un segundo a otro, me encontraba de bruces en medio de un charco, penas reparé en el sonido que produjo mi zapato al resbalar. Había caído, repentina y cruelmente, en el frío y duro asfalto. Pensar en que Anastasia lo había visto todo me produjo un vuelco en el estómago, y después de pasarme la mano por el rostro, para apartar el agua sucia y granulosa de la cara, ella estaba ahí, justo frente a mi, con sus ojos grises muy abiertos “¿estas bien, Abraham?” me dijo pasando sus dedos, sus cálidos dedos por mis labios. Eso dolió. “Necesitará puntos” dijo un hombre que llegó a mi lado no sé en qué momento.
Anastasia me llevó a Urgencias. Su rostro, compasivo, cuidó de mí en todo momento, tomó mi mano mientras me ponían los puntos, pagó el taxi en el que me acompañó a casa y cuando iba a devolverle su suéter color lila, me miró alternativamente a la cara, a las manchas de sangre en mi camisa azul y luego soltó una carcajada que duró un buen rato…
Me río contigo, no de ti…
¡Ay, perdón, Abraham! Es que no lo puedo evitar, ¡ja, ja, ja!… mira, hasta se me salen las lágrimas de tanto reír, no es que me burle, de ti, ¡cómo crees, no! es que me acuerdo y me da risa. Te veías tan tierno… y luego como que te resbalaste y te caíste de boca. ¡Ay, ay! Mi estómago, no puedo parar de reír… hasta pensé que te ibas a desmayar, ¡no era para menos! De veras se vio horrible. Mira nada más, ¡tres puntos! Pero es que, ¡ja, ja, ja!… como que ahora que veo que estas bien me da risa, ¡no lo puedo evitar! Y al final ya ni fuimos al cine. Ah, y ni menciones lo del taxi, no me debes nada, seguro tú habrías hecho lo mismo por mí, pero que bueno que no fui yo, de veras se vio cruel, ¡ja, ja, ja! Otro día vamos al cine, o al café… ¿va? ¡Ay, tu camisa! Es bien difícil quitar las manchas de sangre, es que… ¡ja, ja, ja! No, Abraham, pero de veras, me río contigo, no de ti…
lunes, 12 de marzo de 2012
FUIMOS
Fui engañada
Fui empujada
Fui jaloneada
Fui obligada
Fui tumbada
Fui estrujada
Fui arrastrada
Fui golpeada
Fui desfigurada
Fui denigrada
Fui rasgada
Fui violada
Fui privada
… de reír
… de soñar
… de sentir
… de ser
… de vivir…
Fui encajuelada
Fui embolsada
Fui transportada
Fui enterrada
Fui abandonada
Fui encontrada
Fui fotografiada
Fui mencionada
Fui publicada
Fui difamada
Fui juzgada
Fui culpada
Fui, fui, fui
Y ella
Y él
Y ustedes
Y nosotros
Y los otros
Y aquellos
Y los de aquí
Y los de allá
Y TÚ…
¿También lo serás?
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Colores
Entre mis anhelos estaba el tomarte de la mano y llevarte a pasear por mi mundo. Quería que vieras qué bello pintaba tu existencia los atardeceres cobrizos del otoño, los montes azules el verano… deseaba besarte bajo los crepúsculos purpúreos, arroparme entre tus brazos cuando nos asaltara la brisa nocturna. Deambular por las calles de piedra cubriéndonos del helado polen de la noche estrellada. Salir, para variar, de entre las mantas, levantarnos de las sillas mullidas, de tu lecho tibio. Pero no quise molestarte con mis peticiones. Sé que tu ocupaciones no te lo permitían, por mucho que nos amáramos. Porque nos amábamos, ¿no es cierto?